Diario de experiencia

"En vano trato / de recordar lo que pasó aquel día. / Estuve en algún lado, / hablé con alguien, / leí algún libro... / Lo he olvidado todo. / A tan sólo unos meses de distancia / parece que las cosas sucedieron /en el siglo XIV antes de Cristo".
José Emilio Pacheco

"El diario es tan privado y tan instintivo que incluso permite que otro yo se desgaje del yo que escribe, que se separe y observe al primero cuando escribe. El yo que escribe es un yo extraño; a veces nada le induce a escribir".
Virginia Woolf                              
                                               
 

 “El arte de clasificar la experiencia”
“El diario es un devocionario idiota, guía mística (…) como quien reza. (…) el diario [comparado] con un reloj: es un engranaje que clasifica lo vívido (…) como un reloj clasifica el tiempo. (…) Un diario es una máquina de clasificar.” 
Ricardo Piglia


"Para escribir es preciso no sentirse acomodado en el mundo, es un escudo para afrontar la vida (y hablar de eso)." 
"Los diarios de Emilio Renzi: Años de formación"





“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a cualquier otro.”

“Habla ya antes de que sea demasiado tarde, y confía luego en seguir hablando hasta que no haya más que decir. Después de todo, se acaba el tiempo”.
    
           FORMATO DE DIARIO DE EXPERIENCIA
                                                                                                                   


"Cuando la autodestrucción entra en el corazón, al principio parece apenas un grano de arena. Es como una jaqueca, una indigestión leve, un dedo infectado; pero pierdes el de las 8:20 y llegas tarde para solicitar un aumento del crédito. El viejo amigo con quien vas a comer de repente agota tu paciencia y para mostrarte amable te tomas tres copas, pero el día ya ha perdido forma, sentido y significado. Para recuperar cierta intencionalidad y belleza bebes demasiado en las reuniones, te propasas con la mujer de otro y acabas por cometer una tontería obscena y a la mañana siguiente desearías estar muerto. Pero cuando tratas de repasar el camino que te ha conducido a este abismo, sólo encuentras el grano de arena.

(...)


Sentado en las piedras frente a la casa, mientras bebo whisky escocés y leo a Esquilo, pienso en nuestras aptitudes. Cómo recompensamos nuestros apetitos, conservamos la piel limpia y tibia y satisfacemos anhelos y lujurias. No aspiro a nada mejor que estos árboles oscuros y esta luz dorada. Leo griego y pienso que el publicista que vive en frente tal vez haga lo mismo; que cuando la guerra nos da un respiro, hasta la mente del agente publicitario se inclina por las cosas buenas. Mary está arriba y dentro de poco iré a imponer mi voluntad. Ésa es la punzante emoción de nuestra mortalidad, el vínculo entre las piedras mojadas por la lluvia y el vello que crece en nuestros cuerpos. Pero mientras nos besamos y susurramos, el niño se sube a un taburete y engulle no sé qué arseniato sódico azucarado para matar hormigas. No hay una verdadera conexión entre el amor y el veneno, pero parecen puntos en el mismo mapa. "



"Querría flagelar con todas mis fuerzas a los que se ríen de la castidad como de una tontería, a los que se burlan de la virtud como de una debilidad y creen que un libertino tiene más carácter que un monje; querría gritarles las agonías de fiebre cuando se encierra uno en su cuarto para huir del demonio que le persigue, pero que por mucho que se encierre no le deja en paz y se instala a su lado, le observa, le tienta, le inflama, le deja estupefacto, de modo que sale uno de esas luchas como muerto, jadeante, desposeído. Y cuando durante todo ese tiempo se piensa que los demás van al placer sin deseo, se piensa en ¡cuánto darían ellos por sentir hasta el más leve escalofrío de fiebre, y que uno de ese temblor muere, que le consume a uno hasta el corazón! 

(...)


Nunca había aspirado menos al reposo. Nunca me había sentido tan exaltado por ese exceso de las pasiones que según Bossuet es patrimonio de la juventud, en ese admirable Panegírico de san Bernardo que releía esta mañana. La edad no consigue vaciar ni la voluptuosidad de su atractivo, ni el mundo entero, de su encanto. Por el contrario, a los veinte años las cosas me asqueaban más fácilmente, y estaba menos contento de la vida. Mis abrazos eran más tímidos; respiraba menos fuerte, y me sentía menos amado. Quizá era también que deseaba la melancolía; aún no había entendido la superior belleza de la felicidad. 


(...)


El pensamiento de la muerte me persigue con una obstinación singular. A cada gesto que hago, calculo: ¿cuántas veces ya? Me pregunto: ¿cuántas veces todavía? y siento, lleno de desesperación, precipitarse la revolución del año. Es también que al comprobar cómo a mi alrededor el agua se retira, mi sed aumenta, y me siento tanto más joven cuanto menos tiempo me queda para sentirlo.

(...)

Mi alegría tiene algo salvaje, fiero, en ruptura con toda decencia, toda conveniencia, toda ley. Por ella regreso al balbuceo de la infancia, pues no presenta a mi espíritu sino novedad. Necesito inventarlo todo, palabras y gestos; nada del pasado satisface ya mi amor. Todo en mí se abre, se asombra; me late el corazón; una sobreabundancia de vida me sube a la garganta como un sollozo. Ya no sé nada; es una vehemencia sin recuerdos y sin arrugas. "




Creo que no soy el único para quien los repetidos fracasos, sufrimientos, melancolías y desesperanzas pueden superarse en el momento en que, gracias a un esfuerzo de lucidez y voluntad, comprendo que representan, en el sentido concreto e inmediato de la palabra, un descenso a los infiernos. En cuanto uno es “consciente” de estar vagando, extraviado en el laberinto del infierno, vuelve a sentir, multiplicado por diez, las mismas fuerzas espirituales que suponía perdidas mucho tiempo atrás. En ese momento, cualquier sufrimiento se transforma en una “prueba” iniciática. [17 de agosto de 1946]

(...)

Los “libros perfectos” lo han dicho todo, lo han agotado todo con su propia aparición. Las obras imperfectas, contradictorias e incluso confusas, a veces abren caminos a otros conocimientos antes insospechados. [29 de mayo de 1949]


"Casi todo me atrae. Sin embargo se alberga en mí algún buscador infatigable. ¿Por qué no hay un descubrimiento de la vida? Algo para ponerle las manos encima y exclamar: "¿Es esto?" Mi depresión es un sentirme acosada. Estoy buscando: pero no, no es eso… no es eso. ¿Qué es entonces? ¿Tendré que morir sin haberlo encontrado? Y luego (como anoche, cuando atravesaba Russell Square) veo las montañas en el cielo: las grandes nubes; y la luna que se está alzando sobre Persia; tengo una grande, sorprendente impresión de que hay algo allí, que es "eso"? No es exactamente la belleza a lo que me refiero. Quiero decir que la cosa en sí basta: es satisfactoria; acabada. También una impresión de mi propia rareza, de la rareza de estar caminando sobre la tierra. También está ahí, la infinita extrañeza de la posición humana; estar atravesando Russell Square, con la luna allí arriba y las nubes como montañas. quién soy yo, qué soy, y todo el resto; preguntas que siempre flotan en torno: y de pronto doy de narices con algún hecho concreto -una carta, alguien- y vuelvo a ellos con un gran sentimiento de frescura. Y así continúa. Suelo toparme frecuentemente con este "eso", y experimento entonces un gran reposo."




"Me gustaría hacer referencia a un asunto. En el número de octubre, informaba del suicidio de la hija de un emigrante: ‘Empapó un algodón en cloroformo, se lo llevó a la cara y se acostó en la cama. Así murió. Antes de morir escribió una nota: “Me apresto a emprender un largo viaje. Si el intento no sale bien, que se reúnan para celebrar mi resurrección con copas de Clicquot. Si sale bien, ruego que no me entierren hasta que esté muerta del todo, pues resulta muy desagradable despertarse en un ataúd bajo tierra. ¡No es nada chic!.” El señor N.P., lleno de arrogancia, se enfada con esa suicida “frívola” y saca la conclusión de que su acto “no es digno de la menor atención”. De buenas a primeras añade: “Me atrevería a afirmar que una persona que desea festejar su vuelta a la vida con una copa de champán en la mano, no ha sufrido mucho en esta vida, cuando la retoma de manera tan solemne, sin alterar sus costumbres y sin pensar siquiera en ellas…”.


¡Qué idea y qué razonamiento tan ridículos! Lo que más le ha fascinado es el champán. No obstante, si le hubiera gustado tanto el champán, habría seguido viviendo para beberlo, pero lo que hizo fue referirse a él antes de morir, antes de morir de verdad, sabiendo muy bien que seguramente iba a morir. No podía tener mucha confianza en sus posibilidades de volver a la vida, y además esa eventualidad no le ofrecía ningún atractivo, porque en su caso volver a la vida significaba enfrentarse a un nuevo intento de suicidio. Aquí el champán no significa nada; seguramente no tenía la menor intención de beberlo… ¿De verdad es necesario explicarlo? Mencionó el champán porque, antes de morir, deseaba permitirse una extravagancia abyecta y repugnante. Eligió el champán porque no pudo encontrar un cuadro más abyecto y repugnante que una borrachera para celebrar su “resurrección de entre los muertos”. Necesitaba escribir algo así para cubrir de barro todo lo que dejaba en el mundo, para maldecir la tierra y su propia vida, para escupir sobre ellas y dejar constancia de ese escupitajo a sus deudos, a quienes abandonaba. ¿Cómo explicar tanto rencor en una muchacha de diecisiete años? ¿Y contra quién iba dirigido ese rencor? Nadie la había ofendido, no tenía necesidad de nada; se diría que murió también sin ningún motivo. Pero es precisamente esa nota, es precisamente el hecho de que en un momento semejante estuviera tan interesada en permitirse una extravagancia tan abyecta y repugnante, es precisamente todo eso lo que lleva a pensar que su vida había sido incomparablemente más pura de lo que sugiere esa ocurrencia abominable, y que el rencor, la inmensa amargura de su ocurrencia, testimonian, por el contrario, los sufrimientos y las torturas a que estaba sometida su alma, así como la desesperación del momento postrero de su vida. Si se hubiera dado muerte llevada de cierto apático hastío, sin saber muy bien por qué, no se habría entregado a esa extravagancia. Para analizar esa disposición de espíritu es necesario adoptar una actitud más humana. En este caso, el sufrimiento es evidente, y no cabe duda de que murió de angustia espiritual, después de muchos tormentos. ¿Cómo pudo atormentarse tanto una criatura de sólo diecisiete años? Pero ésa es la terrible cuestión de nuestro tiempo. He avanzado la hipótesis de que murió de angustia (una angustia demasiado precoz) y del convencimiento de que su vida carecía de sentido… y que ambas afecciones eran consecuencia exclusiva de la depravada educación que recibió en casa de sus padres, una educación basada en un concepto erróneo del sentido supremo y los objetos de la vida, que destruyó deliberadamente en su alma cualquier fe en su inmortalidad. Todo eso no pasa de ser una hipótesis personal, pero lo cierto es que no pudo quitarse la vida con la única intención de dejar esa miserable nota y asombrar a la gente, como parece sugerir el señor N.P. "


 6 de octubre de 1863

“Estoy terriblemente descontento conmigo mismo. Me tambaleo, me tambaleo en la montaña de la muerte y apenas siento en mi la fuerza para detenerme. Y no quiero la muerte, quiero y amo la inmortalidad”.  


“No piense que no fui sincero cuando le dije que en este momento Guerra y paz me resulta repugnante. Hace unos días tuve que echarle una mirada para decidir si debo hacer o no correcciones para la nueva edición, y soy incapaz de transmitirle el arrepentimiento y la vergüenza que sentí al revisar muchos de los pasajes. Era un sentimiento semejante al que experimenta una persona cuando ve las huellas de una orgía en la que participó. Lo único me consuela es que me entregué a esa orgía con toda el alma y en ese momento pensaba que era lo único que existía.”
Carta a Alexandra Andréyevna Tolstaia, febrero de 1873.



“Aunque he sido un lector voraz y apasionado, sin embargo no me acuerdo de ningún libro que haya leído, tales fueron en tanto los leía los estados de lectura de mi propio espíritu, mis propios sueños, o mejor, provocaciones de sueños. Es vaga más que incoherente mi memoria de los acontecimientos, de las cosas externas. Me estremezco al pensar como es tan poco lo que me quedó en el espíritu de mi vida pasada. Yo, el hombre que afirma ser hoy un sueño, soy menos que una cosa de hoy”.
“Había un época en que leía apenas por el hábito de leer. Entiendo ahora que hay pocos libros útiles, igualmente en asuntos técnicos que pudieran interesarme”.
“El más antiguo alimento literario de mi infancia se encontraba en las numerosas novelas de misterio y de horrible aventura. Por aquellos libros que son llamados para ‘los jóvenes’ que lindan con experiencias excitantes poco me interesaba. Llevando una vida saludable y natural, no me despertaban simpatía. Mi interés no era por lo probable sino por lo increíble, ni siquiera lo imposible por grado de dificultad, sino lo imposible por naturaleza”.


7 de Diciembre de 1952
Mi soledad maúlla. La tapo con promesas vagas. Mentir, sí. Algún día encontrarás este diario y será antiguo, algún día verán mis fotos y se reirán de la moda actual. El vanguardismo será clasicismo y otros jóvenes rebeldes se reirán de él. Pero... ¿es posible soportar esto? Quiero morir. Tengo miedo de entrar al pasado. Pienso en alguna mujer de mi edad de hace un siglo. ¿Qué hacía cuando estaba angustiada? ¿Qué?

París, 1960
1 de Noviembre
Falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo.

18 de diciembre
Noche crucial. Noche en su noche. Mi noche. Mi importancia. Mí misma. La asfixiada ama la ausencia del aire. Memorias de una náufraga. Sueños de una náufraga. Qué puede soñar una náufraga sino que acaricia las arenas de la orilla.

21 de diciembre
Anoche tomé agua hasta las tres de la madrugada. Estaba un poco ebria y lloraba. Me pedía agua a mí como si yo fuera mi madre. Yo me daba de beber con asco.

23 de diciembre
El bosque estaba oscuro. Por eso las hojas suspendidas de las ramas amenazaban con un color negro, no verde. "Es mentira todo", pensé, "hasta lo que me decían del color de las hojas". Tenía tanto miedo que no sabía si avanzaba o retrocedía.

24 de diciembre
Desperté viéndome como un cuerpo sin piel, una llagada.



21 de julio



El mundo tremendo que tengo en la cabeza. Pero, cómo liberarme y liberarlo sin que se desgarre y me desgarre. Y es mil veces preferible desgarrarse que retenerlo o enterrarlo dentro de mí. Para eso estoy aquí, esto me resulta perfectamente claro. 



Odio todo lo que no tiene que ver con la literatura, me aburre sostener conversaciones (aunque sea sobre literatura) me aburre ir de visita; las penas y alegrías de mis parientes me llenan el alma de aburrimiento. Las conversaciones quitan la importancia, la seriedad, la verdad a todo lo que pienso.

14 de agosto

La quiero, pero el amor está enterrado hasta sofocarse bajo el miedo y los reproches a mí mismo.

Me aislaré de todos, hasta la insensibilización. Me enemistaré con todo el mundo. No hablaré con nadie.

6  de agosto de 1914

Desde el punto de vista de la literatura, mi destino es muy simple. El sentido de la descripción de mi visionaria vida interior ha desplazado a todo lo demás al terreno de lo accesorio y se ha atrofiado de un modo terrible y no cesa de atrofiarse más. Nada más podrá satisfacerme nunca. 

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